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Nací en los 90’s, a principios de los 90, por lo que formo parte de esa generación perdida que, aparentemente, no disfrutó de lo que sí las generaciones de los 80. A decir verdad, mi generación disfrutó poco y nada de la cultura noventera antes de que fueran reemplazadas por… vómito gráfico; dibujos a los que tuvieron que bajarles la calidad de los dibujos para que vendieran más. Porque lo complejo es malo. Lo complejo no vende. Y que tampoco tuvo los recursos de los niños del siglo XXI que nacieron con el Iphone en la mano.

Mi generación, esos que hoy deben tener entre 19 y 22 años, ha sido una generación que le ha tocado ver los cambios en primera fila, en pleno transcurso entre la niñez y la adolescencia: ver a esos niños que se dejaron abducir por una extraña (y no propia) necesidad de no ser niños y empezaron a ser grandes muy pronto, que empezaron a perder el pudor y a quitarle importancia a todo. Niños que nacieron sin tabús. Y ya no solo el tabú cliché de la pareja homosexual, sino que tabús más elementales como que a la mamá no se le contesta con groserías o que el cuerpo es algo privado. Ahora las niñas compiten por cuál es más flaca a los 10 años… y eso es patético.

Patético porque se pierde la inocencia de la infancia; se vende a la sociedad la tranquilidad de ser niño, porque se convirtieron en una generación incausada e ignorantemente rebelde, instruidos a punta de imágenes. La propaganda lo repite y luego, se admite, se asume, se cree y se compra.  Una generación violenta, vulgar e ignorante. La generación perfecta para la manipulación.  Y eso es políticamente correcto porque el mundo necesita peones. Un peón trabaja sin cuestionar, con la cabeza gacha y pelea cuando se le ordena. Un peón trabaja mejor cuando no sabe que es peón.

Una sociedad vulgar, ignorante y violenta leerá la palabra peón y entenderá que esa calidad se debe a su estatus económico; que una persona puede ser manipulada porque no tiene dinero y que la lucha de los pueblos debe ir por lograr mejores condiciones económicas, una repartición igualitaria de los recursos para todos. Pero eso es otro invento- tristemente mucho más antiguo que mi generación- que permite el manejo fácil de la cultura de masas. Es la bandera de lucha a los niños desde los 15 para que persigan un ideal y sean útiles.  Darles una bandera para que peleen por ser peones.

Ser peón es pelear contra un sistema al que se quiere pertenecer y seguir como cordero lo que los otros dicen, es pertenecer a una ideología- que está de moda, que parece más justa, que se ignora. Ser peón es pensar que con más dinero la vida se soluciona y no intentar estudiar o que el estudio sea una herramienta para conseguir dinero. Ser peón es dejar que lo que se desconoce sea el arma con que apuntalan la espalda. Tristemente, para una sociedad ignorante y violenta, ser peón es no ser violento. Aunque ¡ojo! ser violento no es el opuesto a ser pasivo- una persona pasiva también es un peón- sino a ser pacífico.

La palabra democracia es una mierda simple y solitaria palabra. Es el placebo para el pueblo. La voluntad de la mayoría no necesariamente es justa y una decisión democrática no tiene por qué ser representativa, más allá de vinculante (si es que el elegido por «todos» es lo suficientemente consecuente). La democracia es también una gran pantalla para la manipulación.

Nací en una generación que le tocó ver de frente cómo la decadencia fue afectando a sus sucesores, a la que se le fue volviendo más evidente a dónde iba a todo cuando los niños salieron a la calle a marchar sin saber por qué. Porque no, amigos idealistas, si son pocos los niños que tienen autorrespeto, muchos menos son los que saben qué significa luchar por un derecho. Un niño no lucha por justicia, sino por instinto (y los instintos se equivocan).

Nací en una generación que ha fomentado la violencia de las generaciones venideras por la fe ciega de que saben más, olvidando que son niños, y exigiendo a los anteriores que peleen  una pelea que ya no le corresponde. Soy de la generación que se le ha olvidado que la violencia sólo produce más violencia… y que la educación, no la que da el Estado o la que se enseña en los colegios, es la única forma de resistencia. La generación que se le olvidó que mientras sigamos comprando a la propaganda, seguirá siendo efectiva y querrán vender más.

Nací en los 90’s, a principios de los 90, por lo que formo parte de esa generación perdida que alcanzó a conocer la cultura de los 80, tiene el título de la cultura de los 90, aprendió a adaptarse al siglo XXI, ha presenciado las transformaciones con el ímpetu de la juventud a flor de piel.. y ha hecho lo mismo que todos los demás: seguir la corriente.